miércoles, 24 de abril de 2013

¿Cuánto cambia una marca un cambio de nombre?


En los proyectos de branding, una de las cosas más difíciles y que más miedo genera es un cambio de nombre. La creación de un nombre es un proceso muy difícil que está totalmente asumido cuando se trata de una nueva compañía o un nuevo producto o servicio.


 Pero si existen razones legales o estratégicas para cambiar el nombre de una marca que tiene un gran valor comienza el “pánico”, porque se asume que al cambiar un nombre se pierde todo lo que se había construido con el tiempo. Hemos vivido recientemente una fusión en el sector energético donde lo lógico hubiese sido un cambio de nombre que nunca se produjo del todo.

Eso no es cierto en absoluto. Recordemos cuando las natillas Danone se pasaron a llamar Danet. Es cierto que se gastó un dinero en publicidad, pero todo el mundo entendió que las natillas Danone ahora se llaman Danet, y punto.

Por poner un ejemplo podríamos pensar: “¿Qué hubiera pasado si en los tiempos de Juan Villalonga Telefónica hubiera cambiado de nombre?”. Con una inversión en comunicación similar a la que se hizo cuando Movistar cambió de imagen, el consumidor hubiera sabido sin duda que la antigua Telefónica había cambiado, y por tanto, la estatura y enorme capacidad de la marca se habría transferido a la nueva Newname. Esa Newname nacería con un gran valor, infinitamente superior al que tendría una startup llamada Newname. Además de eso, en mi opinión, dar ese paso hubiera simplificado mucho la arquitectura de marca pues ese nuevo nombre hubiese servido como marca corporativa y como marca comercial. Realmente pienso que eso hubiese sido un gran acierto.

En la transferencia de valor hacia el nuevo nombre influyen varias cosas. Una de ellas es la representación gráfica, que es capaz de crear diferencias entre “lo que leemos” y “lo que vemos”. Para ello los colores y los símbolos ayudan mucho.

Por ejemplo los clientes del Santander que viajaban a Londres y leían “Abbey” en sucursales rojas, con una llama delante, y con la tipografía del Santander, en realidad veían “Santander”. Otro factor que influye es la estrategia de transición. Si se diseña correctamente, a las audiencias se les da tiempo a acostumbrarse al nuevo nombre sin perder de la noche a la mañana el contacto con el anterior.

Cada caso es diferente y por eso no hay reglas inamovibles. Pero lo que es cierto es que se puede conservar lo bueno de la marca cambiando radicalmente el nombre. No olvidemos que la marca es un conjunto de percepciones. Por tanto, lo que se debe hacer es controlar adecuadamente el proceso para mantener las percepciones que nos interesen que no tienen por qué ir intrínsecamente unidas al nombre. 

lunes, 1 de abril de 2013

Historias y Rituales


Una de las tareas menos conocidas entre las que trabajamos cuando construimos una marca es en la creación del Brand Story y rituales de consumo. Son cosas diferentes pero suelen estar relacionadas.

Los rituales de consumo (no aplicables para marcas corporativas) son difíciles de crear y alguno de los más conocidos es fruto de la casualidad. Es el caso de la cerveza Coronita y su rodaja de limón. Según cita Martin Lindstrom en su libro Buyology el ritual de la cerveza Corona (llamada Coronita en España) que se toma con una rajita de limón viene de 1981 cuando, como resultado de una apuesta con un amigo, un camarero de un restaurante introdujo la tajada de limón en el cuello de una botella para ver si lograba que otros clientes hicieran lo mismo.

Es un ritual simple, nacido del capricho de un camarero que ha ayudado a Corona a superar en ventas a Heineken en los Estados Unidos. En Soulman últimamente hemos creado un ritual muy interesante para una bebida que se va a lanzar en España, aunque lo difícil será extenderlo pues para difundirlo en poco tiempo se requiere gastar dinero en comunicación y ahora los clientes andan escasos de presupuesto. Un ritual ayuda a crear una conexión emocional con una marca y puede ser mucho más poderoso que un nombre o un logo.

Las historias de marca o brand stories también tienen un valor extraordinario. Creo que una de las habilidades que tenemos que potenciar en nuestros hijos es la capacidad de contar historias, enseñándoles a añadir verdadero significado a las cosas en su interacción diaria con los demás. Porque haciéndolo bien podrán destacar y hacerse valer.

El enorme valor del Brand Story puede cuantificarse. Por ejemplo, las acciones de Tiffany & Co subieron un 15% en un mes desde que se empezó a trabajar una historia de marca que asociaba la empresa a la materialización del amor en una campaña llamada “What Makes Love True”. Y espectacular es el caso de una web llamada “signifficant objects” que ha conseguido multiplicar hasta por 50 el valor de sus productos simplemente añadiendo historias interesantes a las baratijas que compran por eBay.

Se dice que en el hotel Saint Geran (de la cadena One & Only) de isla Mauricio pusieron a los empleados a trabajar una noche en la playa con detectores de metales para encontrar la alianza de boda perdida por unos huéspedes y que una vez hallada se la entregaron la noche siguiente en la cena con una botella de Champagne.

Porque - terminando con un caso nuestro - no es lo mismo “saborear un vodka extraordinario”, que disfrutar del mystical vodka, herencia del mágico elixir preparado por el druida Grunond para otorgar la sabiduría a su rey, que ha sido rescatado del vértigo del tiempo por nuestros expertos.