lunes, 28 de febrero de 2011

AVE: ¿Viajar deprisa o viajar a gusto?


7:35 A.M. Tras un buen madrugón, y un café en la sala club de renfe (con minúsculas, como a ellos les gusta), me acomodo en mi asiento y preparo las tres cosas que puedo necesitar en un viaje de 160 minutos. Un libro, mi ordenador, y mi capacidad para sestear en transporte público. Apago mi móvil. Hay poca gente en el coche 3, y cuando ya se presume un rato de tranquilidad comienza la fiesta:

“¡Hola!…sí, ya estoy en el AVE…he dormido bien…la firma en el notario fue perfecta…la prima Maripuri está desconocida... la casa de la abuela sigue igual... bla bla bla…”

La época en que podía estudiar oyendo la radio ya pasó. Ahora no puedo ni leer una novela con un merluzo hablando por el móvil a voz en grito. Esta vez iba de notarios y escrituras familiares. Veinte minutos seguidos. La siguiente fue un curso completísimo de librerías DLL de Windows XP que se cargan en el win.ini cada vez que se reinicia el PC y que pueden ser editadas y modificadas para poder acceder remotamente a una aplicación sin que “casque”.

¡Por Dios! Y además se creen que su trabajo es importantísimo y apasionante, con lo que no se cortan un pelo, cuando deberían decir susurrando: “Soy un pringao de la informática y mejor te lo explico por email, que para eso lo sé configurar desde el tren”. Este suplicio no es sólo por culpa del móvil, aunque influye mucho. También hay tipos que hablan con su compañero de viaje como cabreros de cerro a cerro.

Todos sabemos que es mejor un viaje en un crucero que un puente aéreo. Se tarda más pero vas más a gusto. Te bañas, paseas, etc.
El avión es en general más rápido que el AVE, pero cuando hay suerte (como ayer en mi viaje de vuelta), éste es tranquilísimo. Casi tres horas para leer, para escribir, para pensar o para dormir. Por cierto, ¡qué buen claim publicitario sería ese!

Por eso, sugiero a renfe, que al igual que está prohibido fumar, esté prohibido hablar en voz alta, con o sin móvil en el AVE. Si no se atreven a tanto, lo podrían hacer por zonas, como hacían con los fumadores.

No invento nada nuevo. En el Heathrow Express lo llaman “Quiet Zone”. Aquí podría ser ZLM (Zona Libre de Merluzos).

lunes, 14 de febrero de 2011

Generacion 21


Si estás leyendo estas líneas es porque el título al menos te ha llamado la atención. Objetivo de diferenciación cumplido, como debe esperarse de alguien que se dedica a crear nombres (entre otras cosas). El nombre del artículo obedece a que trata sobre los problemas que va a afrontar la generación que va a desarrollar toda su carrera profesional en este siglo, y no como nosotros, unos carrozones que comenzamos en el siglo XX.

Es una generación que ha tenido todo bastante fácil. En general no les ha faltado de nada. Han tenido acceso a una buena educación y gozan de todo tipo de comodidades. Ni se imaginan una vida sin teléfono móvil ni transportes rápidos y cómodos y disfrutan de unos videojuegos y una oferta de ocio que yo no hubiera ni soñado. En cambio, han perdido el placer de jugar en la calle a la pelota y volver a casa cuando parecía que era la hora de la cena.

Además de haber llevado una vida cómoda, han estado influidos por “la cultura del pelotazo” y la falta de valores sólidos, que personalmente creo que han influido muchísimo en desencadenar la actual crisis económica. Han visto como mucha gente sin preparación y sin trabajar duramente conseguía fama y dinero.

Esta “generación 21” va a tener que vérselas con inmigrantes con muchas ganas de trabajar y competir. Además, está amenazada por el desempleo y por otros jóvenes de fuera de España (de Asia y Latinoamérica principalmente) muy bien preparados, dispuestos a ganar menos que ellos y que pueden trabajar de forma remota. Las empresas de tecnología ya montan centros de desarrollo de software y call centers en países como Perú.

Otra amenaza que afrontan son las nuevas tecnologías que eliminan o disminuyen la necesidad de personal. Por ejemplo, los sistemas de análisis de riesgos eliminan la necesidad de un gran número de analistas.

En la generación de mis padres ser ingeniero era garantía de sueldazo y estabilidad. Las madres decían orgullosas: “¡mi hija se ha casado con un ingeniero!”, pero eso ya se acabó. Según el prestigioso columnista del New York Times, Thomas Friedman, hemos pasado de la generación del conocimiento a la generación de los conceptos.

Ante esta problemática… ¿Qué pueden hacer? En mi opinión deberíamos educarles para potenciar dos pilares fundamentales: El esfuerzo y “el hemisferio emocional”.

En el lado del esfuerzo, debemos hacerles ver que el éxito no se consigue sin desarrollar el hábito del trabajo duro y constante. Si por cualquier causa (muy poco probable) el éxito llegara sin esfuerzo, una personalidad débil les impediría recuperarse de cualquier contratiempo. El esfuerzo constante y el trabajo duro acaban dando sus frutos y son buenos para la sociedad. Si se premia por igual a quien no se esfuerza que a quien lo hace, el nivel medio global baja siempre. Se puede encontrar en Internet un experimento propuesto por los propios estudiantes de una universidad de Texas a su profesor de economía que lo demuestra.

En el lado del hemisferio emocional, debemos potenciar el desarrollo de las habilidades creativas, de relación personal y artísticas. Particularmente opino que hay que desarrollarlas adicionalmente a las racionales. Estoy cansado de sufrir a creativos “sin sustancia”, y trabajar ambos lados ayuda además a desarrollar la cultura del esfuerzo a la que antes me refería.

Un hemisferio emocional desarrollado adecuadamente permite luchar contra las amenazas que he mencionado anteriormente por varias razones.

Alguien capaz de crear ideas originales puede comercializar diseños o soluciones a un precio superior al de otros competidores que aunque trabajen barato sólo ofrecen una copia de lo auténtico. Alguien con un sentido desarrollado de la empatía será capaz de entender y solucionar problemas de una forma muy eficaz y por tanto tendrá clientes. Si se desarrolla una visón global e imaginativa del mundo se será capaz de integrar diferentes habilidades de terceros para crear valor sobre ellas.

Estas habilidades emocionales y creativas permiten ser imprescindible cerca de los clientes controlando mejor estas nuevas amenazas. En definitiva, nuestra “generación 21” necesita un cambio cualitativo inmediato. Si nosotros lo estamos pasando mal en esta crisis, ellos puede que no conozcan otra cosa.