lunes, 18 de enero de 2010
El Dakar: ¡Traedlo de vuelta, por Dios! (o cambiad la marca)
Al escribir esta columna ante todo quiero felicitar a Carlos Sainz por su victoria en el Raid más duro del mundo. Ya le tocaba al bueno de Carlos librarse del mal fario. Pero como esto no va de deporte, sino de branding, también quiero reflexionar sobre la “marca Dakar”. Porque el rally Dakar es una marca con todas las de la ley. La organización deja bien claro en la señalización del evento que se trata de una marca registrada. Mi reflexión seguro que traerá polémica.
Una marca debe ser fiel a la idea central que representa. ¿Significa “Rally Dakar” “el rally más duro del mundo”? Yo no lo creo. Posiblemente lo sea, pero bastaría que alguien diseñara alguno más duro aún para que dejara de serlo.
Los que hayan estado en África con un vehículo “off road” comprenderán muy bien mi opinión al respecto. El Dakar nació con una clara vocación africana. El Dakar significa “etapas maratonianas, dureza, riesgo, aventura” (todo ello presente en América), pero también significa “palmeras, inmensidad, mucha navegación, indígenas negros, hogueras nocturnas, té caliente y solidaridad”. Y de eso hay mucho más en África que en América.
Es verdad que una marca puede ir más allá de lo que indica literalmente (caso de El Corte Inglés) y ha habido ediciones que no han acabado en Dakar. Pero es indudable que África es parte del ADN del Rally. Ha habido París-Dakar, Madrid-Dakar, Barcelona-Dakar, Granada-Dakar, Lisboa-Dakar, y hemos acabado en un Buenos Aires-Buenos Aires. ¿Qué ha sido del denominador común?
Esto no debe restar méritos a nuestro piloto, que en una reciente entrevista sobre si el rally debería volver a África ha manifestado que lo importante es “ser fiel a su espíritu” y “garantizar la seguridad”.
Hoy por hoy nadie puede garantizar la seguridad de nadie. Y hay muchos que opinan que “ser fiel a su espíritu” significa “África”. El símbolo del Dakar es un Tuareg, no un gaucho. El coche que ha ganado este año es un Touareg, no un Patagón. Los fundamentalistas islámicos se merecen la marcha del rally que da de comer a mucha gente allá por donde pasa. Pero como la estrategia es el arte de la renuncia, opino que, o vuelven a África, o se plantean un cambio de imagen en toda regla.
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